SI TE BAÑAS A ESTA
TEMPERATURA BAJARÁS DE PESO…
Sí haces ejercicio, comes sano y aun así no logras bajar de
peso, SEGURAMENTE ES PORQUE NO TE BAÑAS CON AGUA FRÍA Y LA CIENCIA LO DEMUESTRA.
Un estudio publicado en el Journal of Physiology revela que
bañarte con agua fría estimula el metabolismo, elimina toxinas y tonifica la
piel.
Los especialistas descubrieron que EL AGUA FRÍA ACTIVA LA “GRASA
PARDA”, un tejido que, cuando se estimula por el frío activa la oxidación y
quema la grasa acumulada en el cuerpo (sobre todo la de caderas y
vientre).
Para que realmente sea efectiva, LA PERSONA DEBE PERMANECER POR 20
MINUTOS DEBAJO DEL AGUA FRÍA.
Además de promover la pérdida de grasa, la investigación destaca que también
mejora la circulación, fortalece el sistema inmune y disminuye el dolor.
Si eres de las que les encanta bañarse con agua caliente,
mejor evítalo y EMPIEZA A CAMBIAR EL AGUA FRÍA.
Tal vez al principio se te haga una eternidad y un martirio
bañarte así, pero con el paso de los días te acostumbrarás y gozarás sus
beneficios.
Sólo recuerda que bañarse con agua fría y perder peso no es
magia, TAMBIÉN REQUIERES HACER EJERCICIO Y COMER SANO PARA LOGRAR LA FIGURA
QUE TANTO DESEAS.
LA DIETA DE LAS HORAS
Irene Jardón ganó 17 kilos en dos embarazos. Pero de pronto,
a los dos años del último parto, empezó a adelgazar casi sin esfuerzo. ¿EL
SECRETO? Por recomendación de la dra. Marta Garaulet, profesora de
Fisiología de la Universidad de Murcia e investigadora en Harvard, CAMBIÓ
LOS HORARIOS DE LAS COMIDAS Y LAS CENAS. En vez de almorzar después de
las tres de la tarde y de hacer la última comida del día a las diez y media de
la noche, como hacía habitualmente, empezó a comer a las 14.00 h y a cenar a
las 19,30 h.
"Mi marido es un hombre de costumbres y se negó a
cambiar sus horarios... hasta que vio cómo adelgazaba yo. Desde hace casi dos
años cenamos juntos, con Celia e Irene, nuestras hijas, que ya tienen cinco y
tres años. Él ha perdido casi ocho kilos. Yo, más de 15. Y lo único que hemos
hecho ha sido adelantar los horarios de las comidas y cenas y no tomar nada más
después de cenar. Eso sí, seguimos este esquema a rajatabla".
EL INTESTINO DEBE DESCANSAR 12 HORAS: DE LA
CENA AL DESAYUNO:
12:00: El mediodía
es el mejor momento para comer carbohidratos.
13:00: Para restar
kilos intenta comer siempre antes de las tres de la tarde.
20:00: La cena, a
las ocho de la tarde. Y una vez que cenes, no comas más.
Durante toda la
noche solo te puedes permitir ingerir una cosa: agua.
CON LAS MISMAS CALORÍAS
El secreto de este éxito se encuentra en que nuestra biología
responde de forma diferente a las calorías que consumimos en horas distintas
del día. "De hecho, un hábito que suena tan trivial como cenar tarde
puede hacerte engordar o impedir que adelgaces más con las mismas calorías que
si las tomas a horas más tempranas", asegura la dra. Marta
Garaulet.
Investigaciones con animales ya habían observado cómo las
horas de las comidas influyen en el peso. Estudios del profesor Fred Turek, de
la Northwestern University (EE.UU.) demostraron que los ratones que comían
una dieta rica en grasa a la hora equivocada, es decir, las correspondientes a
la noche en los humanos, engordaban más que los que lo hacían a la hora
correcta.
POR LA NOCHE LA TOLERANCIA A LOS CARBOHIDRATOS SE REDUCE
HASTA CUATRO VECES
Y es que los ritmos circadianos no solo se ven afectados por
las horas y la mayor o menor presencia de luz solar, sino también por la propia
ingesta de alimento. Estudios con humanos realizados por la profesora Garaulet
y sendos equipos de las Universidades de Harvard y Tufts (publicados en International
Journal of Obesity) han comprobado que cuanto más temprano hagamos las comidas
principales del día, más se reduce nuestro riesgo de engordar. En concreto, un
trabajo con 420 personas demostró que las personas que hacían esa comida
principal después de las tres de la tarde perdían menos peso que las que comían
antes de esa hora, y ello con las mismas calorías y los mismos niveles de
actividad física.
"Nuestro trabajo fue el primero en demostrar que, en
cuanto a la pérdida de peso, no solo es importante qué comemos, sino también
cuándo lo hacemos puntualiza la profesora Garaulet. Además, descubrimos
la explicación metabólica de ese efecto: detectamos la presencia de un reloj
periférico en nuestro tejido adiposo (graso) que, en función de los horarios,
activa o desactiva genes que afectan a la ganancia o pérdida de peso".
No es el único hallazgo en cuanto a horarios de almuerzo y
peso. No hace mucho un estudio demostraba que el tránsito gastrointestinal
se ralentiza y que toleramos peor la glucosa (el azúcar) cuanto más avanzado
está el día, lo cual explica por qué esas galletas, patatas fritas o snacks que
tomamos por la noche viendo la tele tienen más probabilidades de convertirse en
grasa corporal que si los tomáramos en el desayuno.
NUESTROS ÓRGANOS INTERNOS FUNCIONAN DE FORMA DIFERENTE POR LA
NOCHE
Más recientemente Marta Garaulet y Frank Scheer, de la
Universidad de Harvard, publicaron un trabajo en tejido graso humano que
demostraba que la hora en que mejor toleramos los azúcares es alrededor de las
12 del mediodía, mientras que, por la noche, esa tolerancia a los carbohidratos
disminuye hasta cuatro veces. "Vimos que el reloj periférico del
tejido adiposo regula la sensibilidad a la insulina. Cuanta menos sensibilidad
a la insulina, mayor riesgo de acumular las calorías de los hidratos en forma
de grasa", explica la Dra. Marta Garaulet.
Para entender mejor las cosas, viene bien recordar cómo
nuestros genes se adaptaron a los cambios de luz diurna a lo largo de decenas
de miles de años de evolución. Como consecuencia de esa adaptación, los cambios
de luz solar están incorporados a nuestra biología. Tan adaptados estamos a ellos,
que nuestros órganos internos funcionan de forma diferente durante el día y
durante la noche, siguiendo esquemas que se conocen como ritmos circadianos.
Hoy sabemos, por ejemplo, que estar expuestos a luz artificial por la noche
(trabajando en el ordenador o viendo la tele) trastoca esos ritmos y aumenta el
riesgo de enfermar.
LAS PAUTAS DE LA CRONOBIOLOGÍA:
"Desayuna como
un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo". Un estudio israelí
de 2013 vio que este famoso dicho tiene su base científica. Mujeres con exceso
de peso que tomaban un desayuno abundante, hacían una comida normal y cenaban
poco perdían más peso que las que desayunaban poco, comían normal y cenaban
mucho.
Deja de hacer
visitas a la nevera o a la despensa por la noche. Comer por la noche no solo
aumenta más los niveles de glucosa que hacerlo por la mañana, sino que quemamos
la mitad de calorías digiriendo alimentos por la noche que con las comidas de
la mañana.
Puedes beber toda
el agua que necesites por la noche. Cualquier otra cosa dará cuerda a tus
relojes internos.
Respeta tus ritmos
naturales. Si eres del tipo alondra, no te costará nada cenar a las 18.00 h o
las 19.00 h y levantarte a las 6.00 h. Si eres del tipo búho, te puede apetecer
cenar a las 20.00 h o 20.30 h y no desayunar hasta las 9 de la mañana. Lo importante
es que duermas ocho horas.
Si tomas melatonina
para dormir, que sea al menos dos horas y media después de la cena. Tomar esa
"hormona del sueño" antes de que haya transcurrido ese plazo de
tiempo puede aumentar tu riesgo de diabetes.
OPTIMIZAR HORARIOS
"A la vez, la producción de enzimas digestivas y
hormonas sigue patrones fijos a lo largo del día, lo cual permite que el
hígado, los intestinos y otros órganos digestivos funcionen como una máquina
perfectamente engrasada. El estilo de vida actual, con luz artificial y comida
disponible durante todo el día, produce peligrosas alteraciones", explica la especialista.
No se trata de vivir a base de ensaladas. Las dietas
restrictivas no funcionan porque es difícil mantenerlas. "En cambio, si le dices a la
gente que siga una dieta mediterránea, pero desayunando bien, comiendo antes de
las 15.00 h y cenando antes de las 20.00, hay muchas probabilidades de que te
escuchen", sentencia la experta.
Marta Garaulet Federico Reparaz
LA CIENTÍFICA QUE MARCA LAS HORAS
Doctora en Farmacia, Nutricionista y Máster en Salud Pública
por la Universidad de Harvard
(EE.UU.), Marta Garaulet es catedrática de Fisiología y Bases
Fisiológicas de la Nutrición en la Universidad de Murcia y Scientist del
Bringham and Womens Hospital de la Universidad de Harvard. Además de publicar
más de 200 artículos en revistas científicas, sus trabajos han sido cruciales
para establecer las bases actuales de la cronobiología y su relación con la
obesidad.
A la vez, sus estudios de nutrigenética y epigenética le han
permitido ofrecer recomendaciones basadas en el genotipo de diferentes
genes-reloj. Algunas de ellas son: comer despacio, evitar comer cuando se está
aburrido, no saltarse el desayuno o reducir el consumo de carbohidratos simples
por la noche.
CUESTIÓN DE RELOJES
Uno de los descubrimientos más importantes en cronobiología
es que todos nuestros órganos y tejidos obedecen órdenes horarias de relojes
internos. "De hecho, tenemos un gran reloj central en el cerebro y
relojes periféricos y en el corazón, el hígado, los riñones, el tejido adiposo
y en todos los órganos necesarios para nuestro metabolismo.
Nuestro grupo ha sido pionero en descubrir que LA
GRASA CORPORAL TIENE UN RELOJ INTERNO, con ritmos circadianos propios
y que no están dominados por ese reloj central. Esos relojes ponen en hora
otros genes metabólicos como la leptina (hormona de la saciedad) y SU RITMO
DISMINUYE CONFORME LA PERSONA ES MÁS OBESA", asegura la Dra.
Garaulet.
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