DECIMOS: “estoy ahorrado energía”
Los investigadores usaron un exoesqueleto para aumentar la
resistencia a los pasos y medir el gasto energético (Greg Ehlers)
***El cuerpo ADOPTA DE FORMA AUTOMÁTICA EL MODO DE ANDAR QUE
AHORRA MÁS ENERGÍA, según un estudio
***De forma habitual, SE ESCOGE EL CAMINO MÁS CORTO O SE
ESCOGE LA POSTURA MÁS CÓMODA para ahorrar energía
Greg Ehlers
Cuando Antonio Machado decía aquello de que se hace camino al
andar quizás no contaba con que ese
ejercicio de locomoción es toda una obra maestra de la «ingeniería» del cuerpo
humano. Implica la contracción coordinada y secuencial de miles de
fibras musculares situadas en las extremidades, en los glúteos o en la espalda.
Depende de un precario equilibrio y
de un movimiento que se parece a la vez a la acción de un muelle y al de un
péndulo.
De hecho, lo cierto es que EL CAMINO HACE LA FORMA DE
ANDAR. Son todos y cada uno de los miles de pasos que dan las
personas los que van moldeando su característica, y única, forma de caminar.
Según han estudiado los científicos durante años, además de ser peculiar, NUESTRA
FORMA DE ANDAR TIENDE A SER LO MÁS «VAGA» POSIBLE, ya que trata de
minimizar la energía que se consume al encadenar los pasos. Intrigados por este
asunto, un equipo de investigadores ha descubierto que el cuerpo humano es
capaz de adaptar los pasos de forma automática y en cuestión de minutos para
ahorrar energía. Sus conclusiones han sido publicadas hoy en la revista
«Current Biology».
«Hemos mostrado que las personas cambian su forma de caminar
al momento para ahorrar pequeñas cantidades de energía», ha explicado a ABC Jessica Selinger,
la directora del estudio e investigadora en la Universidad Simon Fraser, en
Canadá. «LA MAYORÍA DE NOSOTROS PREFIERE HACER LAS COSAS DE LA FORMA MÁS CÓMODA
POSIBLE, como cuando escogemos el camino más corto o nos sentamos en vez de
quedarnos en pie. Nosotros ahora ofrecemos pruebas fisiológicas de
que, en el caso de la acción de caminar, EL SISTEMA NERVIOSO ESTÁ CONTROLANDO EL USO
DE ENERGÍA Y OPTIMIZANDO LOS PATRONES DE MOVIMIENTO PARA AHORRAR ENERGÍA».
Para llegar a esta conclusión, los investigadores usaron un
exoesqueleto capaz de oponer resistencia a los pasos. Gracias a él observaron
que cuando se aumentaba el esfuerzo que la persona tenía que hacer, apenas
pasaban unos minutos hasta que la frecuencia de las zancadas se ajustaba al
esfuerzo que tenía que aplicar: «Usamos exoesqueletos robóticos para para
crear nuevos escenarios energéticos y probar si los sujetos que caminaban
ajustaban sus pasos a un óptimo energético», escriben los autores en el
artículo. Pero, si es cierto que la frecuencia de LOS PASOS CAMBIA EN FUNCIÓN
DEL ESFUERZO, ¿hay alguna relación entre la frecuencia de las
zancadas y el gasto energético que supone caminar?
ZANCADAS CORTAS O
LARGAS
Según sus datos sí. Después de establecer un modo de
«penalización alta», en el que costaba más trabajo caminar, observaron que EL
QUE CONSUMO ENERGÉTICO ERA SUPERIOR CON ZANCADAS MÁS RÁPIDAS QUE CON LAS
CORTAS, mientras que en el escenario contrario, con un modo de
«penalización baja», en el que era fácil caminar, pasaba exactamente lo
contrario. Entre ambos extremos, descubrieron que había una frecuencia de pasos
que minimizaba el gasto energético y que las personas adoptaban de forma
instintiva. Pero, ¿cómo consigue ese «instinto» adaptarse y optimizar la
frecuencia de la zancadas?
«Es una buena pregunta», responde Selinger a través de un
correo electrónico. «EL CUERPO RESUELVE MUY RÁPIDAMENTE UN COMPLEJO PROBLEMA DE
OPTIMIZACIÓN. Podría ser que nuestro sistema nervioso
buscase de forma rápida la combinación óptima de velocidades, frecuencias y
actividades musculares. O podría ser que detectase un descenso en
el gasto energético, o podría ser que dependiera de la experiencia. No lo
sabemos aún, pero estamos intentando averiguar si alguno de estos mecanismos
actúa».
Sea como sea, los investigadores averiguaron que EL
CUERPO ESTÁ CONSTANTEMENTE EVALUANDO LA OPTIMIZACIÓN DE SUS MOVIMIENTOS, Y QUE
AL HACERLO CONSIGUE AHORRAR PEQUEÑAS CANTIDADES DE ENERGÍA (de
alrededor del 5%). Sin embargo, esta respuesta parece ser importante, porque,
según dice, A MEDIDA QUE EL CUERPO CAMBIA TAMBIÉN VARÍA LA FORMA DE MOVERSE.
«Esto
permite mantener los movimientos cerca del óptimo energético, y ayuda a la
gente a adaptarse a terrenos que cambian, compensar heridas, sobrellevar
déficits motores o aprender nuevas tareas», concluye Selinger. Todo un
conjunto de ases en la manga que los ingenieros de robots estarían encantados
de poder usar.
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