COMER POCO; ALARGA LA
VIDA
A la izquierda, un mono rhesus de 27 años, con aspecto más
joven y saludable, recibió una dieta con menos calorías, mientras que al de la
derecha, de 29, se le permitió comer tanto como quisiera. Ambos participaron en
el ensayo de la Universidad de Wisconsin - Jeff Miller/Universidad de
Wisconsin-Madison
***Dos equipos rivales
ponen fin a una larga controversia científica y concluyen que los monos que restringen
las calorías viven más y de forma más saludable
LA CIENCIA NO ES ALGO ESTÁTICO. Los resultados de una investigación
tan llamativa como para ganarse la atención internacional pueden ser refutados
años después por otro equipo con conclusiones opuestas. Esto es lo que sucedió con un par de estudios sobre los efectos de
la restricción calórica en la prolongación de la vida realizados con monos
rhesus. En 2009, un equipo de la Universidad de Wisconsin-Madison
afirmaba que los macacos de un experimento que COMÍAN MENOS GANABAN AÑOS y
retrasaban la aparición de
enfermedades asociadas a la edad. Anteriormente ya se había llegado a conclusiones
similares con gusanos, arañas, moscas e incluso ratones, pero nunca en un
animal de experimentación tan parecido al hombre. Las pruebas, extraordinarias,
parecían concluyentes. Solo había que ver a los monos: los austeros, lozanos y
lustrosos. Los glotones, avejentados. Sin embargo, tres años más tarde el
Instituto Nacional del Envejecimiento (NIA) de EE.UU. negaba la mayor, y
aceptaba que, bueno, quizás los ejemplares a dieta tenían una mejor salud, pero
que de ninguna manera vivían más.
¿UNA CONTROVERSIA CIENTÍFICA SIN SOLUCIÓN? No. Los dos equipos rivales
decidieron unirse para revisar sus experimentos y aclarar por qué sus
resultados habían sido tan diferentes. Y las nuevas conclusiones, publicadas en
Nature Communications, no dejan lugar a dudas: COMER MENOS PROLONGA LA VIDA Y LA
HACE MÁS SALUDABLE. Los de Wisconsin tenían razón.
Trabajando juntos, los laboratorios analizaron los datos
recopilados durante más de 20 años del seguimiento de casi 200 monos de ambos
estudios, y se dieron cuenta de algunos factores fundamentales que habían sido
pasados por alto. En primer lugar, los animales en los dos estudios habían
restringido sus dietas a diferentes edades. Para Rozalyn Anderson, profesora en
el Departamento de Medicina en Wisconsin, este es un «FACTOR CLAVE». El
análisis comparativo puso de manifiesto que «ingerir menos calorías es
beneficioso para los primates adultos y mayores, pero no en los animales más
jóvenes», explica a ABC. Esta es una diferencia importante con
respecto a las investigaciones previas en roedores, donde COMENZAR UNA DIETA BAJA EN CALORÍAS a una edad temprana sí se demostró beneficioso.
En segundo lugar, los monos de control del NIA comieron menos
que los del grupo de control de Wisconsin. Además, la composición de la dieta
era sustancialmente diferente entre los estudios. Los monos del NIA ingirieron
alimentos de origen natural y los de Wisconsin-Madison, parte de la colonia en
el Centro Nacional de Investigación de Primates de Wisconsin, alimentos
procesados con alto contenido en azúcar. En
este grupo, los animales de control estaban más gordos que los del NIA, lo que
indica que sin restricción de alimentos, lo que se come puede marcar una gran
diferencia en la masa grasa y la composición corporal.
NI CÁNCER NI DIABETES
La conclusión del informe es que LA RESTRICCIÓN CALÓRICA PARECE, en efecto, afectar el envejecimiento. Eso
sí, se trata de una reducción calórica del 30%, nada que ver con la
malnutrición. De esta forma, los monos comedidos de Wisconsin vivieron entre dos
y tres años (un 10%) más que la media, que se sitúa en los 26 años, y
retrasaron la aparición del cáncer, la diabetes o los trastornos
cardiovasculares. Los que comían a su antojo multiplicaron por tres las
posibilidades de enfermar y fallecer.
Sin embargo, los
investigadores indican que para los primates, la edad, el sexo y el tipo de
dieta deben tenerse en cuenta para concluir los beneficios reales de ponerse a
régimen. El equipo identificó diferencias sexuales claves en la
relación entre la dieta, la adiposidad (grasa), y la sensibilidad a la
insulina. LAS HEMBRAS PARECEN SER MENOS VULNERABLES A LOS EFECTOS ADVERSOS DE LA
OBESIDAD QUE LOS MACHOS.
¿TAMBIÉN EN HUMANOS?
Anderson está convencida de que estas conclusiones son
fácilmente aplicables a los seres humanos. «SÍ, HAY UNA PROBABILIDAD MUY ALTA», afirma.
«La
evidencia de los ensayos clínicos con humanos realizados en los EE.UU.,
conocidos como ensayos Calerie, muestran que muchos de los resultados sobre la
composición corporal y la química sanguínea que se observan en nosotros
coinciden con los de los monos. Se nos parecen mucho, viven una vida útil
durante décadas y envejecen de manera similar en una escala reducida (una pauta
sería un año del mono por tres años humanos)», explica.
Para la investigadora, «la parte más importante de este estudio
es que el envejecimiento en primates (presumiblemente incluidos los seres
humanos) puede ser manipulado». Cree que identificar los mecanismos
que provocan su retraso «será extremadamente esclarecedor; es un
enfoque totalmente diferente en el que afrontaremos el envejecimiento en sí en
lugar de ir tras las enfermedades individuales relacionadas con la edad de una
en una». Habrá que esperar las conclusiones de ensayos parecidos
realizados en humanos para saber con certeza si reducir el tamaño del plato nos llevará a ser nonagenarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario