En un estudio
reciente sobre lo que dicen docenas
de productos para estar en forma en cuanto a que mejoran el desempeño,
investigadores no encontraron ni uno solo al que sustentara una investigación
científica rigurosa. Más aún, los
pocos a los que se ha evaluado a conciencia parecen no tener ningún efecto en
la fortaleza, la resistencia, la velocidad o la reducción en la fatiga
muscular.
En un estudio
reciente sobre lo que dicen docenas de productos para estar en forma en cuanto
a que MEJORAN EL DESEMPEÑO, investigadores
no encontraron ni uno solo al que sustentara una investigación científica
rigurosa. Más aún, los pocos a los
que se ha evaluado a conciencia parecen no tener ningún efecto en la fortaleza,
la resistencia, la velocidad o la reducción en la fatiga muscular.
“Todas las
compañías dicen tener una base científica para estos productos”, notó el autor senior, el doctor Matthew Thompson, un científico
clínico senior de la
Universidad de Oxford. “Eso suena bien hasta que lo examinas
desde un punto de vista científico y objetivo”.
Thompson y sus
colegas analizaron la publicidad de bebidas para deportistas, suplementos
orales, calzado, ropa y artículos como muñequeras y medias de compresión en 100
revistas de interés general y las 10 más importantes de deportes y para estar
en forma de Gran Bretaña y Estados Unidos. Los
investigadores excluyeron las revistas de culturismo, así como los anuncios de
productos para bajar de peso, para la piel y de belleza, y equipo como
bicicletas y aparatos para hacer ejercicio.
Los
investigadores también examinaron los sitios web de cualquier producto que se
dice mejora el desempeño o la recuperación; recopilaron todas las referencias
hechas por los fabricantes a estudios que sustentan sus dichos. Luego,
evaluaron los estudios, dándole la calificación más alta en calidad a las
revisiones sistemáticas de pruebas aleatorias; el segundo lugar a las pruebas
aleatorias individuales; el tercero, a los estudios no aleatorios, y la más
baja a los estudios periciales y en animales.
Los
investigadores examinaron 615 anuncios deportivos en revistas. De ellos, 54
decían que el producto mejoraba el rendimiento, pero sólo tres proporcionaban
referencias. Los 53 sitios web que analizaron contenían 141 referencias.
Escribieron a
las compañías para solicitar las referencias a cualquier investigación que
ellos u otros hubieran hecho que no se mencionaran en sus anuncios o en sus
sitios web. De las 42 compañías a las que contactaron, 27 respondieron y nueve
proporcionaron material adicional. Al
excluir duplicidades, libros sin pruebas clínicas, estudios no realizados en
humanos, y encuestas de opinión y artículos sin datos, los fabricantes
proporcionaron sólo 74 estudios que se pudieron analizar en términos de su
valor científico.
Se clasificó a
casi la mitad de los participantes en los 74 estudios como “GENTE COMÚN” que hace ejercicio, pero cerca de 40 por ciento eran
atletas de resistencia y un 11 por ciento, profesionales. No quedaron claro
quiénes fueron los participantes de un estudio.
El análisis,
publicado en la revista BMJ Open en Internet en julio, encontró que sólo tres
de los estudios proporcionados por los fabricantes eran de alta calidad, con
bajo riesgo de estar prejuiciados, pero en ninguno se probó un producto
particular como una intervención. Dos
son sobre el efecto de la suplementación de ácido linoleico y uno controlado de
citrato de magnesio en el tratamiento de calambres en las piernas. Los tres
tuvieron resultados negativos.
Un fabricante de
bebidas y píldoras con proteínas, encontraron los investigadores, sustentaba lo
dicho en su publicidad con un estudio comparativo del efecto de distintas
dietas en el metabolismo de las ratas, publicado en 1930.
Según Thompson,
Coca Cola, que fabrica Powerade, entregó 10 estudios. Uno se financió con una
subvención ilimitada aportada por Coca Cola, y otro, por el director del
instituto Gatorade Sports Science.
“LAS COMPAÑÍAS DE BEBIDAS CREARON UN MERCADO”, dijo Thompson, “al crear una enfermedad llamada
'deshidratación’, que necesita tratarse o prevenirse con estas bebidas
costosas; caras no sólo en su costo, sino en azúcar e ingesta de calorías”.
En un correo
electrónico, una portavoz de Powerade escribe: “Siempre confiamos en ciencia
sólida, basada en evidencia, para asegurar que nuestros productos cumplen su
promesa a los consumidores. Powerade se desarrolló en colaboración con expertos
en ciencia deportiva”.
La
Asociación Estadounidense de Bebidas,
un organismo gremial, dijo en un correo electrónico que el estudio “exhibe
un claro prejuicio al no tomar en cuenta investigación sobre bebidas para
deportistas ampliamente aceptada”. No menciona ningún ejemplo
específico de esa investigación.
Kay Dickersin,
una experta que no participó en el estudio y catedrática de Epidemiología en la Escuela Bloomberg
de Salud Pública en Johns Hopkins, tenía algunas dudas sobre los métodos de los
autores.
“PARA SABER SI LO QUE DICEN ES CORRECTO”, dijo, “tendrías que hacer una revisión sistemática de cada tema. Hasta
donde llegaron con los métodos, están bien, pero lo que dicen que hacen es
demasiado contundente para los datos. Puede haber evidencia en alguna parte que
sustente lo que dicen las compañías”.
No obstante,
continuó Dickersin, “supongo que lo que dicen estas compañías es más contundente de lo
que debería ser, y no hay muchos datos que las respalden”.
La doctora Y.
Claire Wang, catedrática adjunta de política sanitaria y administración en la Escuela de Salud Pública
de la Universidad
de Columbia, se impresión con la diligencia de los autores. “Fueron
muy meticulosos al tratar de rastrear la evidencia”, comentó, “y
reconozco que tienen mucho mérito”.
Los autores
reconocen que aunque trataron de usar una muestra representativa de lo que
dicen los fabricantes, es posible que los productos que analizaron hayan estado
“EN EL PEOR EXTREMO DEL ESPECTRO”, así
como que de haber tenido más tiempo, algunas de las compañías podrían haber
proporcionado más referencias.
“Es un
estudio interesante, y no me sorprende para nada que la evidencia no esté
realmente ahí para sustentar la mayor parte de lo que se dice”, dijo el doctor Eric B. Bass, un profesor de medicina en Johns
Hopkins, quien no participó en el estudio. “En tanto atleta aficionado, me doy
cuenta de cuán poderoso es ese impulso de querer tomar algo que promete
ayudarte a mejorar tu rendimiento sin tener que practicar más duro. Pero
siempre me sorprende cómo es que están disponibles muchos productos, y, como
alguien que hace medicina basada en la evidencia, siempre he sido algo
escéptico de los beneficios que proporcionan”.
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